El patio político de IU está revuelto. La asamblea federal que la organización celebra este fin de semana en Madrid ha creado ese clima, que, a buen seguro, se enrarecerá conforme pasen los días y se acerque la jornada final en la que se decida la nueva dirección nacional.
Respecto a la asamblea federal de IU, el lector debe prestar especial atención, pues el batiburrillo que hay formado es de órdago. Ya conocen que Gaspar Llamazares se presenta a la reelección de coordinador general de la federación de izquierdas y que en esta ocasión cuenta con el apoyo de la dirección andaluza y de su coordinador regional, Diego Valderas, que en la asamblea de hace tres años se puso en contra del dirigente nacional y dio su apoyo al secretario general del PCE, Francisco Frutos. Por el contrario, el ahora sector crítico de IU de Andalucía, que hace tres años respaldó la opción de Llamazares, está en su contra y amenaza con presentar una lista alternativa a la del coordinador tras el acercamiento que éste ha hecho hacia el sector de Frutos y de Felipe Alcaraz. Esa lista crítica la podría encabezar, si al final se presenta, el diputado cordobés de IU, Luis Carlos Rejón.
De modo que Rejón, y otros críticos de IU, como el presidente de la Gerencia de Urbanismo y ex coordinador provincial de la federación de izquierdas, Andrés Ocaña, se han situado enfrente del líder nacional, que en su candidatura quiere llevar a la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, que si no es como número dos si aparecerá entre los cuatro primeros de la candidatura oficialista. Se da por conocido que Llamazares ha ofrecido a la alcaldesa el segundo puesto de su lista, posición por la que está pugnando también Francisco Frutos. Para evitar más incertidumbre y crispación en el ambiente preasambleario, la regidora municipal, que nunca ha dicho que acepta el ofrecimiento de su dirigente nacional, está dispuesta a ceder la segunda plaza al secretario comunista. Así las cosas, Rosa Aguilar tendrá enfrente también a Rejón y a Ocaña, por citar dos ejemplos significativos.
Valderas, por su parte, ha calificado de "incoherente" la postura que ha tomado Rejón porque, según dijo ayer en Sevilla, éste "lleva tres años apoyando las políticas y las decisiones" que el coordinador general ha llevado a cabo durante su mandato. El dirigente andaluz confiesa que no comprende esa forma de entender la coherencia, pues, según dijo, el parlamentario cordobés ha apoyado las tesis de Llamazares en los consejos políticos federales de IU.
Los críticos se siente traicionados por el coordinador general porque hace tres años le dieron su apoyo y ahora éste da cobertura al secretario general del PCE. Además, no le perdonarán la posición que adoptó respecto al método de elección de delegados a las asambleas provincial y regional, pues mientras los críticos proponían que el número de éstos fuese proporcional al número de votos conseguidos en las elecciones municipales, los oficialistas apostaron porque ese número fuese en proporción al número de adscritos que tiene la organización en sus respectivas asambleas locales. Ante el dilema, la presidencia federal se decidió por la segunda opción, que, según la corriente disidente, favorecía a Enrique Centella en Córdoba y a Valderas en Andalucía.
Otra de las razones que esgrime este sector para influir en la asamblea de Madrid radica en el hecho de que observa cierta pérdida de pluralidad en IU en favor del PCE tras el acuerdo alcanzado entre Llamazares y Frutos. A este respecto, la corriente crítica denuncia también que desde hace años no se incorpora al proyecto de IU ninguna nueva organización.
Dicen que al perro flaco todo se le vuelven pulgas, pero aquí queda algo más. Por una parte, el tradicional rechazo de las organizaciones a personas brillantes que despegan por sí mismas y son más difíciles de controlar; por otro, el posible aislamiento en que puede quedarse Rosa Aguilar que, aunque sea una estrella en Madrid, necesita mucho a su gente de Córdoba. Y, finalmente, los extraños compañeros que proporcionan los intereses personales en el mundo de la política, donde la gente da bandazos sin complejos.